Política social a la carta, 2016-2020
"En
los últimos años, la política social ha derivado de manera cada vez más
pronunciada hacia el tema de la pobreza. Cuando más de la mitad de la población
se encuentra sumida en la miseria no hay otro lenguaje que capte mejor las
preocupaciones de una sociedad."
José Vicente Quino
*José Vicente Quino es
sociólogo y especialista en el área de pobreza. Enseña e investiga sobre este
tema en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Guatemala
(Flacso-Guatemala)
Los políticos toman al vuelo la oportunidad y sacan doble ventaja de la temperatura social, aunque de manera perversa, como lo demuestran algunos hechos.En 2008, Guatemala ingresó al club de países latinoamericanos que entregan transferencias monetarias condicionadas (TMC) a los pobres. En un alarde de agresividad en materia de política social, el gobierno de Álvaro Colom incrementó de manera vertiginosa el presupuesto asignado a ese programa, a tal punto que en 2010 éste representó el 0.34% del PIB. Las cifras de la medición de pobreza en la ENCOVI 2011 parecen reflejar una relación directa entre esta inédita redistribución de riqueza a los más pobres y la disminución de la pobreza extrema en cerca de dos puntos porcentuales, de 15.20 en 2006 a 13.33% en 2011.
Hasta
ahí llegó la agresividad del autoproclamado partido socialdemócrata. A partir
de 2011 el presupuesto de las TMC empezó a declinar también de manera
estrepitosa. Pero el movimiento de prestidigitación había surtido efecto. El
gobierno actual sigue repitiendo la cantaleta del combate a la pobreza, como lo
hacen el resto de gobiernos del subcontinente, sean del color ideológico que
sean. Y como en otros temas, las políticas contra la pobreza se desplazan
convenientemente hacia el centro, donde la tecnocracia administra sin
fricciones la agenda política.
Los
manuales de política social en boga dicen que la atención a los más pobres
constituye el primer eslabón de un sistema de protección social integral. Los
siguientes niveles del engranaje deben estar bien engrasados para que nadie se
queje por la falta de oportunidades de ascenso social.
En
la práctica, por lo general sucede lo contrario, sobre todo en países con más
desigualdad social. Aquí, por ejemplo, entre 2006 y 2011, la pobreza general
aumentó casi tres puntos porcentuales. Aunque hay menos personas en pobreza
extrema, los procesos de empobrecimiento siguen succionando cada día a más
personas. Y el abismo parece insalvable…
¿Qué
sucede con los demás eslabones? Ningún gobierno, con o sin voluntad política,
ha logrado detener el progresivo deterioro de los sistemas de educación y salud
pública. Con razón Guatemala sigue siendo el país con el menor gasto social en
América Latina y El Caribe, como lo demuestran datos de la CEPAL. En otras
palabras, no hay puentes que allanen el camino para los más pobres con destino
a una sociedad donde quepan todos.
En
este contexto, ¿qué significa la publicidad sobre la lucha contra la pobreza?
¿Cómo evaluar las palmaditas de congratulación que los gobiernos reciben de la
comunidad internacional por el ‘aumento continuado del gasto social’ reportado
en los informes más prestigiados? Tanta marimba y tanta chirimía[1] parecen responder a un bien calculado esquema de
gobernabilidad en que es un requisito la paz social. Y en ese esquema es
insustituible la función de legitimación que acompaña a toda política social.
Con la salvedad de que en esta etapa de capitalismo senil, ya no se trata de
una política social como lo fue la del clásico Estado de bienestar. Allí
convivían sinérgicamente industria, pleno empleo –cuando no había
crisis—política social y acumulación. Hoy esos asideros no existen ni para los
países centrales, tanto menos para países con capitalismos tropicales.
Por
lo tanto, en el menú de política social están tachados los platos gourmet que
pudieron haberse elegido hace 50 años. En contra del discurso convencional que
insiste en que los gobiernos construyan edificios de protección social cada vez
más robustos e incluyentes, los gobiernos más progresistas se contentan con
diseños en que a lo sumo se puede alabar la disminución significativa de la
pobreza y los esfuerzos para contener la desarticulación de sus sistemas de
salud y educación. Para gustos menos exigentes, como el de los Estados más
excluyentes, se ofrecen opciones mucho más baratas, como las que permiten un
gasto social alrededor del 7% sobre el PIB, muy por debajo del promedio
regional que se sitúa en 17.9.
Tomando
en cuenta ese margen de maniobra cabría preguntarse si, para el caso
guatemalteco, se perfila alguna fuerza progresista capaz de darse un lujo en el
menú de la política social, que al menos tienda a alcanzar el promedio de gasto
social de América Latina en el próximo periodo de gobierno. ¡Con la
derecha no hay tales, es muy tacaña!
Comentario
Según
las literaturas sobre economía, política y estado estos hacen referencia a que las
políticas sociales tienen como objetivo mejorar el bienestar de la sociedad
garantizando la calidad de vida de los pobladores por medio del estado, estas
pueden ser globales o especificas tal sería el caso de la reducción de
diferencias sociales como lo es hoy en día la pobreza.
Correspondiendo
a la publicación de la noticia presentada desde el contexto guatemalteco, los grupos políticos encargados
de la generación de políticas, leyes y normativas únicamente velan por sus
intereses de tal modo que adaptan dichos instrumentos con vacíos o lagunas de información
generando así incertidumbre y desviando de los objetivos fundamentales dichas políticas
afectando de forma directa al trabajador social y a todos aquellos actores que interactúan
dentro de dicho sistema.
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